Sangre insurgente
La sangre que me envuelve se ha vuelto altiva y gritona.
Ya no sigue reglas ni es sumisa ante mis reclamos.
Por ejemplo, ayer la quise llevar a mi sombra
y se negó a regarse sobre el suelo frío.
Hoy quiero que se reúna en mis ojos
para que me alerte
cuando ya es tarde,
pero en lugar de seguir mis órdenes,
alza la voz y desafía mi liderazgo.
En las noches milita en mi corazón
tiroteándome el pecho y dejándome
sin poder dormir.
Me pregunto desde cuando soy su enemigo.
¿Desde que la dejé peleando sola con mis recuerdos
o desde que entendió que mi compañía
es la pérdida para ambos?
Digo enemigo porque me tortura
y me mantiene vivo para soportar la siguiente catástrofe.
Enemigo porque cuando nos hemos visto de frente,
tiemblo de miedo y la acorralo tan rápido
como un ciego a las letras en braille.
Mi sangre se ha vuelto subversiva y amarga.
Quiere habitar mi cuerpo en contra de mi voluntad,
y aunque lucho,
la sangre ya ha colonizado mis pies y mis manos.
Sin poder moverme a voluntad,
corro en las madrugadas
y limpio mi casa los jueves.
Tengo terror porque no tengo aliados,
ni nadie quien la pueda sacar de mi sistema.
Solo soy yo, luchando con una sangre interna
que se niega a salir.
Quizá será mejor rendirme
y saborear junto con ella el subyugo de un cuerpo abarrotado,
como beber de un ácido que conoce mi nombre.
Comentarios
Publicar un comentario