El inicio.

Me niego. Me niego a ser quien la extrañe, quien la haga sentir amada, querida. Me niego a ser el esclavo de sus miradas que nunca se dirigen a mi, a obsesionarme con una sonrisa que jamás me dedicará. Me niego a mirar esos ojos que miran a alguien más; pero también me niego rotundamente a no intentarlo, a darme por vencido, a darle el paso libre a alguien que compre su atención con materialismos. Me niego a dejarla ir sin haberla tenido; y me niego, más que a nada, a no ser el causante de su dolor.

Hay que aprender a mostrar el peor lado, ese lado oscuro en el que somos groseros, cobardes, egoístas y egocéntricos, porque de ahí salen las más duras debilidades. Hay que aprender a esconder, que todos vean su lado bonito, ese lado que no se equivoca y que siempre tiene la razón, ese lado que no hiere y que no miente, ese lado ficticio e irreal, que todos crean la modestia que aparenta ser. Guárdese lo peor para el final, a la persona correcta, si no lo acepta, ni fue ni valió la pena, si lo hace, habrá de valer algo más que la pena.

Empezaré a escribirle cartas, dedicarle canciones, cantarle muchos versos, y por sobre todo, besarle esas ganas de dejarme. Empezaré por amarla, por no dejarla sola, por no descuidarla. Empezaré a llenarle el cuello de caricias, la boca de fragancias y sus ojos de besos. Empezaré por ser el príncipe azul que cambia de color con el clima, empezaré, sin duda, a montarla en las nubes, esas que no botan agua. 

Tal vez me guste terminar como empecé, o tal vez termine mostrándole lo malo que soy, lo estúpido que puedo ser, y lo egocéntrico que me gusta aparentar. Quizás termine por romperle el corazón, destrozar cartas de amor, burlarme de sus gustos, y reírme de lo cursi que es. De pronto terminaré llenando sus ojos de lágrimas, colmando su boca de "te odio", y convirtiendo sus manos en mis verdugos. Al final, puede ser, que termine caminando solo, como siempre; o termine su sombra encima de la mía, como nunca.

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