Lo difícil de lo simple.

¿No se traicionan los sentimientos cuando decidimos elegir lo que dicta la razón? Había perdido la cuenta de cuantos consejos me habían dado y había tirado a la basura con la excusa de "no es mi caso". Aunque a veces sabemos que es lo mejor, decidimos ir por el otro camino, el errado, que aunque sabemos que no tiene nada remediable, seguimos con la absurda esperanza de que algo pueda ser cambiado, y no. Sé tantas cosas que niego.

Sabía que conocerla iba a ser mi mayor victoria, pero negaba que también había algo de derrota. Estaba en una encrucijada, por un lado la valentía que nos hace sufrir, y por otro la cobardía que nos evita el riesgo; por un lado estaban esas ganas de lanzarme, de decirle lo que sentía a centímetros de esa boca roja, de hacerla sentir insegura mientras sus pupilas se dilataban al ver las mías, de rozar sus manos sintiendo el lunar de su índice izquierdo, de sentir su respiración en mi mentón mientas su cabello se movía con la mía, de meterme entre su memoria táctil, fotográfica y sentimental, de ser su "todo". Y por otro lado, esas ganas de alejarme, de oler su perfume mientras pasa desconocida a mi lado, de tocar su pelo a escondidas en la fila del restaurante, de alzar su lápiz que furtivamente hice caer, de verla sonreír a través de la ventana, de dejarla ir sin haberla tenido, de ser su "nada".

Sin mi capacidad de irme y no despedirme, no sería yo. Y aunque era la salida más fácil, también era la más cobarde, era la más miedosa y era la más aburrida. Amaba lo emocionante, lo excitante, y si... conocerla era todo un desafío por el hecho de desenredar esa mirada perdida, esas manos frías y esos peinados que solo ella es capaz de armar. Al final me decidí por lo inestable, por el camino que no tiene nada seguro, tal vez encuentre la vida que nunca tuve, o la muerte que no me esperaba.

Comentarios

Entradas populares