Café dulce.



Tus labios Julieta, aún no se me olvidan. Parecían una danza perfectamente coordinada entre sabores y texturas, eran como una mezcla de sensaciones rellenas de suaves telas, un resumen de tus olores favoritos, la canción más sabrosa que he besado. Eran tan complejos como una partitura de Mozart, una pintura de Da Vinci, o una escultura de Miguel Ángel, eran delgados arriba, se fundían con la piel clara de tus mejillas, uno no sabia donde acariciarte y donde besarte, eran perfectos, redondos, arrugados como seguramente tendrás mis fotos. Cuando sonreías los extremos de tus labios parecían dos hilos que se estiraban y resistían a la tensión, y se te formaban dos hoyuelos a cada lado de esas mejillas, esos hoyuelos eran el abrebocas para lo que sucedía luego. Bajabas tu mirada, enganchabas el pelo a tu oreja, y me volvías a mirar mientras tu dedo índice acariciaba tu pabellón auricular, después sonreías mirando hacia otro lado, como si quisieses que mis ojos te siguieran a todos lados, como atándome a unos labios que difícilmente me pertenecían, que sucio juegas Julieta, haciéndome correr tras algo que ni se mueve, algo que ni siquiera tiene ganas de ser alcanzado, tus labios no querían ser un trofeo para mi, querían ser mi mayor victoria, querían mis labios ahí, se les notaba.

"Julieta, ya tus labios aparecen en mi mente, alista mi epitafio y el discurso que dirás en mi funeral, porque siento que se me va el aire. ¿Quién es tu asesino? Siempre hay alguien que nos quiere ver muertos, no te confíes, puedo ser yo, puedes ser tu. A veces quisiera que no tuvieras esos labios delgados y débiles, que no sonrieras con esos dos hoyuelos imperdibles, que no tuvieras ese café dulce que remojan cada pedacito de divinidad debajo de esa afilada y pequeña nariz. Que perfección tan llena de errores la tuya. 

Pero no confundas Julieta, no te amé por como fruncías la nariz mientras te reías a carcajadas, ni siquiera por como me besabas mientras tus pulgares paseaban lentamente por mi mentón, no te amé por ti, por todo la magnificencia física que te rodea, no, aunque debo admitir que entre mis pupilas no pasabas desapercibida. Te hubiera amado igual con o sin tus cejas pobladas exactamente dibujadas, con o sin la tela vaporosa que rodeaba tus labios, con o sin ti. ¿Por qué quedarse conmigo cuando puedes tener el mundo? ¿por qué elegir al chico de las cartas y de los amores desperdiciados? ¿por qué yo? ¿por qué no alguien a la altura de tus labios? ¿por qué a mi, y porqué no? Concluí que en el espejo no ves lo que yo, no crees la majestad que eres, desprecias esos ojos grandes y negros que te dan esa seriedad amable de siempre, tu no ves el amor que te tengo, ¿pero cómo verlo?, si ni siquiera vez el café dulce que te recubre.

Fuimos el amor que sólo veía yo. ¿Cómo es que nunca viste el azucar que tiene tu mirada? ¿cómo es que no sientes la tela de seda en tus mejillas? ¿cómo es que no ves mi amor en tu hombro, bajando por tu cintura? ¿cómo es que ni siquiera puedes verte al espejo sin llorar por ser lo que no quieres, sino lo que quiero? ¿cómo es que no eres capaz de ver lo alcohólicas que son tus pestañas largas? Eres una mujer ciega Julieta, que solo puede ver la realidad."

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