Los demonios.


Espero que recuerdes los abandonos de tu patio trasero. Esos abandonos acompañados por árboles frondosos, niebla que baila en medio de los pies y los recuerdos que vuelan por el aire, se sienten, pero rara vez se ven. No quiero seguir con esto, no me gusta como las agujas filudas de tus palabras me pinchan cada dos segundos esa piel necrótica, a punto de caer, de desaparecer. Te encanta ser la que nadie pueda superar, presumes ante tus victorias pero sucumbes ante las mías, a veces es más difícil aparentar que ser Julieta. Aparentas ser la que más gana cuando acumulas miles de derrotas en esa piel calcada de caricias mías, no sé si eres más estúpida aparentando que siempre me amaste, o aparentando que nadie te ama, cuando yo era el de las canciones de madrugada, el de los índices mágicos que conocen cada espacio de tu piel a donde la luz del sol aún no llega, yo era el todo de esa nada que tanto te esforzabas en aparentar; ya no sabes que "nada" es más grande, si la que aparentaste o la que eres.

"Mis labios amaban besar ese cuello cubierto de telarañas huesudas, ese pecho blanco con encaje a mano, esas manos delgadas y finas con bordados exactos y nudillos débiles. Amaban besar ese pelo largo con olor a sándalo y con un millón de melodías inmiscuidas en esas delgadas partituras de tus cabellos. Amaban besar esos párpados sedosos dan duros como un cofre dignos del tesoro que resguardaban, un iris que se acercaba tímidamente a esa pupila gruesa y sombría de la que tanto huiste. Amaban esa nariz filuda y delgada con texturas, ese guardián que detallaba aromas y sensaciones, esa llave que abrían esos párpados lenta y paudamente. Al final, ya dejaron de amar tus labios con edad avanzada, llena de recuerdos y sabiduría, esos ladrones que trataban de robarse todo tu botín, los rufianes que planeaban dejarte sin nada, cada palabra era un balazo, de esos que entran y jamás vuelven a salir, de esos balazos que de vez en cuando estaban a la espera de cobrar unas pupilas anchas, para encontrarse con lágrimas delgadas, la muestra perfecta de un iris perdido.

Disparame como siempre, con lo que tu memoria guarda de ese patio trasero, con tu mejor tiro. No eres capaz de nada en mi favor. ¿Isabella tendrá los mismos revólveres en sus labios? Espero que no, son tan delgados que la maldad necesita un poco de abertura, ojalá ella tenga tijeras afiladas, quizá de seguro muera antes de acercarme a su boca, una mezcla de deslices deseados y muertes prematuras."

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