Piel de pentagrama.


—¿Me amas? —susurraste esa tarde de abril—.

—¿Por qué hacerlo? —le dije con voz temblorosa, esa vibrante melodía con varios nudos cada tanto—.

—Tal vez sólo amas la manera en que te miro mientras mis manos luchan por no agarrarte fuerte. —dijo colocando su cabeza sobre mi pecho—.

—Yo amo todo de ti, tus tardes, tus zapatos luego del ejercicio, tus ojos segundos después de despertar, tu piel reseca, tu ropa sabatina, todo lo que escondes bajo esa piel con pentagramas y notas musicales. —le dije agarrando su pelo, largo y sedoso—.

—Pero me dejarás de amar algún día, cuando mis manos no puedan agarrarse de tu hombro al correr tras los sueños, cuando mi mente no recuerde cada segundo contigo, cuando olvide lo que somos y lo que seremos. Me dejaras de amar cuando mis labios decaigan y mi juventud desaparezca. —y se echó a llorar como si fuera la primera vez que se encontrara con la muerte frente a frente—.

—Lloras por lo que no puedes detener, algún día tendremos que olvidarnos, el vapor del café caliente ya no me recordara a ti, ni la cama desordenada, mucho menos las tardes solitarias a blanco y negro, ni siquiera esto, ya no estaremos unidos por mentes furtivas, sino separados por cuerpos dejados. —y sin mirarla a los ojos, nos quedamos en silencio, a la espera de que el destino nos diera una pista de lo contrario—.

—¿Entonces está es una de tantas "últimas veces"? —y se levanto de mi pecho, me miro a los ojos y sin mucho rodeo me beso la mejilla, intentando no robarme más el aliento—.

—No, nos quedan más despedidas. De seguro lo mejor de despedirse es saludarse en la cama mientras en mutuo acuerdo nos arrancamos la vida. Quizá no hoy, pero si mañana sucede, dejame saludarte un poco más. —y empezamos un juego interminable de besos y sonrisas y caricias y odios—.

—Entonces no me amas Martín, esperé que tuvieras los pies en el viento. —y se fue para siempre—.

—Entonces tu tampoco me amas Julieta, sabrías cuando miento... —susurré mirando a esa pared ausente, sin su ropa sobre el piso, viendo su sombra alejándose por la puerta—.

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