Tardes de andenes.

Cuando ya no están, es donde sentimos que siempre estuvieron. Mi madre siempre me decía "te amo" al final de cada llamada, y la sentía conmigo. Contigo, las cosas siempre fueron distintas, estabas pero no ahí, donde te amaba, sino allá, donde te perdía. Pero que ridiculez comparar a mi mamá que siempre ha querido estar, contigo que siempre te has querido ir... y es más ridículo aún saber que yo, jamás he estado para mi madre. Dicen que hay que disfrutar de las personas cuando se pueda, yo disfrute tu estadía, tu llegada, tus altibajos, tus imperfecciones, tus bonitas indecisiones, tu aroma al cruzar la puerta, tu manera de verme sentados en el andén, yo disfrutaba todo de ti, desde tu locura, hasta tu desmedida mesura. ¿Por qué no nos vamos cuando ya vemos todo perdido? ¿por qué nos empeñamos en buscar un arreglo que no existe? ¿por qué lo intentamos un poco más? ¿por qué no solo la rendición?, estoy para quien no está, y huyo para quienes me persiguen en esta carrera de la vida, para quienes me ayudan a levantar por ir detrás de mis ilusiones, de lo que tengo, y no debo, de lo que tengo y no es mío, como tu por ejemplo.

"Seguro has desechado todas mis cartas y a lo único que me dirijo es a las brasas ardientes de la sala de tu casa. Posiblemente ya le dijiste al cartero que las abandonara por ahí, a ver si alguien más las lee, a ver si alguien más siente como cada sílaba se carcome mi instinto de abandonarte. Lo más probable es que las guardaste encima de tu armario, ahí donde guardas las fotografías que te niegas a destruir porque tu conciencia es incapaz de tirar algo, que ya se había desechado. Las mantendrías sin abrir, escondidas de cualquier fisgón que pueda encontrar ese lado inhumano tuyo, porque escribir para quien no lee, es una batalla perdida, en donde siempre gana la indiferencia, el desparpajo de superioridad, tu. Sin embargo, como un tonto, sigo teniendo la ínfima esperanza de que las lees en la madrugada, donde nadie te ve, donde nadie te escucha, quieres sentir como es que mis brazos te hubiesen rodeado en ese momento. Estoy siempre a la espera, una espera muy pequeña, de que las lees y las dejes intactas, sin una sospecha de abertura, sin una gota de lágrimas, sin una pista de manos sudorosas. Quizá las lees y las guardas bajo tu colchón, o puede ser que las leas y te sientas culpable. A mi madre nunca le hice una carta, perdoname madre por no dedicarte canciones, por no llevarte a cine, por no agarrarte fuerte de las manos, ya no para protegerte, como nunca, sino para que me protegieras, como siempre.

Tal vez, allá muy en el fondo de lo que no quiero sentir, esta la posibilidad de que las leas y no sientas nada, que te sientas satisfecha y con ínfulas de heroísmo al verme derrotado. Cabe ese raro pero no tan inesperado suceso, el que en mis cartas no veas más que tu tramposa victoria y tu ego marcado en cada sílaba que arrastra mi dignidad. Al final harás con mis cartas lo que creas conveniente para ti, rasgo esencial en ti, conveniencia. Quemalas, botalas, guardalas, escondelas, leelas, rompelas, en fin, no creo que vuelvas por voluntad, y si lo haces, espero no quedarme por voluntad, siempre nuestros cuerpos quisieron lo contrario a lo que era correcto, tu te fuiste y yo me quede. Ahora solo espero devolverme en estos mil kilómetros de ilusiones planas, espero abrazar fuerte a quienes me esperan, estar ahí para quienes no me abandonan, y dejar de perseguir a alguien que seguramente olvide el camino a casa. Quedate ahí madre, yo ya voy."

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