Amnesia.


—¿Que te atrae de leer aquí, donde el ruido no deja en paz las letras? —le dije a la misteriosa chica del bulevar, Isabella—.

—Tal vez busco algo más ruidoso que mis pensamientos. —susurro sin mirarme a los ojos, concentrada en la página finjiendo leer—.

—¿Y qué haces cuando todo esta en silencio y tus pensamientos batallan por tu atención? —dije intrigado—.

—Nada, a veces ahí que aprender a oler y predecir la muerte un poco. —dijo mientras sus dedos acariciaban la pasta dura de ese libro—.

—¿Y no te dan miedo tus pensamientos, tus secretos? —trataba de descifrarla, resolver ese rompecabezas del movimiento de su labio inferior—.

—Los tengo bajo amenaza, viven a través de mi, así que de vez en cuando me hacen mirar la soga, pero luego recuerdo que sería demasiado fácil tomar fuerte ese montón de cuerdas mientras aprietan mi cuello rompiendo uno a uno mis huesos, desgarrando mi piel y atajando la sangre de mis venas, demasiado sencillo para mi. —y por fin me miró, descubrí de inmediato su juego, quería alejarme observándome con su pupila gruesa, midiendo mi valentía, a la espera de que corriera por sus demonios—.

—Otra historia de terror que no se basa en un hecho real, de esas no me gustan. —dije irónico, esperando que entendiera que nadie siente terror con eso—.

—Así que tampoco ves al demonio aunque lo tengas de frente, ¿cómo te hace sentir eso? —me dijo con voz retadora—.

—Ridículo, porque lo veo en el reflejo de tu pupila. 

—Aquí tenemos a otro temeroso fingido, hay que aprender a correr muchacho. —dijo con voz alzada, como queriendo una pelea que esta destinada a perder—.

—Correr ¿de quién? ¿de ti? No, corres de ti misma a la espera de que alguien te persiga porque eres tan cobarde como para aceptar que no hay maldad tras ese iris café con leche. —y sonreí, quería ver como se rendía—.

—Y esperas que me rinda, apuesto. Que duro es la destrucción del ego, pero bueno, es hora de ir a "vivir" en el mundo real, adiós. —y se levanto rápido mientras decía "idiota" entre sus dientes—.

—Huye, volverás al final, aquí te espero. —le dije gritando mientras se alejaba odiándome—.

Supe que volvería, nadie soporta discutir con alguien sin saber su nombre. 


Comentarios

Entradas populares