Caoba negra.

Que tristeza una vejez llena de recuerdos y cartas viejas y fotografías dobladas y ropa deshilada. Ese respiro finito frente a la ventana cada mañana, quizá el último, quizá uno de pocos. Diariamente escribimos la infinitud de un epitafio que se resume en una frase sin sentido que hace llorar a quienes no se conocen. Siempre me ví ahí, callado, hablando con la caoba negra de mi ataúd, hay que cerrar con broche de oro mi última conversación, y también la única; siempre quise un estelar, lástima que ahora sólo sea protagonista de la ley del silencio.

Bajo tierra ya no se me ocurriría ninguna fuga, las ganas de huir se acabaríann, ya no querría correr, usar una máscara que me ahorraba uno que otro nudo en la garganta. Yaceré frío como siempre, con una quietud que era característica en mi, inspirando el mismo abandono de siempre.

Hoy reímos, siempre hay que callarnos en algún momento. No quiero morir, pero tampoco la niego, tengo miedo de querer vivir más que nunca, de tirar mi vida por la ventana, porque generalmente la muerte es tramposa y te hace aferrar a la vida a segundos de quitartela, me siento tranquilo viviendo a plenitud, aunque cuando mi vida parezca más larga, la muerte se acerca, y es más rápida que cualquiera, se ríe mientras te acaricia el hombro. Si mañana muero y tengo más tierra encima que sueños cumplidos, estaré seguro de una cosa, de que aquí te espero, sin nada.

"Entre muchos me mataron, pero yo sólo morí", guarda algo de mi, tu victoria.


Comentarios

Entradas populares