Humor irónico.

Ya no puedo verme al espejo sin sonreír, supongo que esto sucede cuando tu iris ya no te pertenece, cuando alguien acaba de calcar su pupila en tus ojos, cuando mi último recuerdo es una carrera estática de huidas en la que tu estás ahí, desapareciendo. Odio esas veces en que todo me recuerda a ti, detesto sentirme débil y no poder manejar siquiera mis propias emociones, me da asco no ser capaz de mantenerme cuerdo, de no poder ser capaz barrer mis pensamientos y amontonarlos para la madrugada.

Ahora me encuentro en silencio, el peor escenario para morir. Me aferro a unas cejas perfectas, a un aroma dulce, a una risa delirante, a nada más. Quisiera tener amigos que supieran de inmediato lo mal que estoy enamorándome de lo que no es mío, que me invitaran a uno o dos tragos para poner a prueba ese "ahogar las penas" del que muchos hablan pero del que pocos han salido con vida.

Ahora sólo me queda consolarme con una tasa de café caliente con mucho azúcar, un par de cigarrillos y dos sillas, una para sentarme y la otra para ver tu ausencia de lejos, para sonreirle al espaldar, para fijar mi mirada perdida sobre las manos frías que solías poner sobre la mesa. Solo necesito un poco de abandono, un poco de soledad para conversar conmigo mismo y convencerme de lo que ya estoy seguro, intentando retroceder en un camino sin doble vía.

Lo único que tengo que hacer es tener tener la soga al cuello por un largo tiempo, tomarme el cianuro de sus fotografías, y ahogarme con las cuchillas de su boca. Solo hay un problema, y es que lo "único" que tenía que hacer, ya lo intente más de una vez.

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