I forget you.

Isabella me susurraba al oído que jamás le abandonara, mientras yo pensaba en Julieta, la que me juro compañía, y hoy no está. De vez en cuando comparaba sus ojos, sus pieles, la manera en que sonreían y bajaban la mirada; siempre observaba la forma en que les sudaban las manos y las dejaban al aire, esperando que él les arrebate la ansiedad y el deseo. Isabella por ahora son simples letras, una prosa aburrida, un verso que todos cantan y nadie entiende, una simple carta con su nombre repetitivo.

Nunca vimos la necesidad de regalarnos rosas ni chocolates, pero era casi normal despertarnos a la madrugada con serenatas ajenas, siempre queriendo lo que no podemos tener.

Cómo pasa el tiempo. Hoy reímos y mañana lloramos, pero salimos de ese circulo vicioso porque a nadie le interesa guardar risas sin dueño y lágrimas robadas, todos tienen una vida, una ventana qué abrir cada mañana. Así es la vida. Supongo que el sentido de la mía es ir solo detrás de lo que quiero, aplastando a quien se me atraviesa, sintiendo bajo mis manos el cuello tibio y palpitante de mis víctimas, absorbiendo poco a poco los suspiros de una vida esperada, destruyendo todo a mi paso, alimentando a mis demonios que derrotan a los dioses escondidos en mi pupila. Al final no soy capaz de nada de eso, me faltan pies para llegar al cielo.

Me faltan manos para tocar su piel, me falta todo para besarla, después de todo no soy el héroe que todos creen que soy. 

Ya no soy nadie, me creo con autoridad para robarle el aliento, cuando es ella quien me apunta con un revólver para entregarle mi vida. No tengo nada, y creí tenerlo todo esa mañana cuando su nariz chocaba contra mis mejillas, pero nada se queda para el desayuno.

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