Nada sucedió.

"Esto ya no va a ningún lado —y rompí la foto de los dos—, ya es hora de dejarnos ir, así como debió ser desde el principio, sin amores escondidos ni besos furtivos, sin amenazas de "volveré". Es momento de despedirnos de una vez por todas sin caras tristes ni fotografías sombrías, no quiero decir adiós sabiendo que aún te amo, ya es tiempo de desenamorarnos, con la misma facilidad en que la ropa interior fluía con las yemas de los dedos. 

Adiós Julieta, ve por allá y sé feliz, que yo iré por aquí tratando de hacerlo. Tal vez lo éramos todo, pero falto tiempo para conocernos, quizá no era la época adecuada ni la vida exacta, es posible que estuviéramos hechos para estar juntos, pero en otros días, en otras lunas rellenas de solicitudes de propietarios, en otras estrellas gordas de tantas frases de amor inspiradas en ellas, en otros ojos tuyos, marchitados por tantos besos míos. Quizá lo teníamos todo pero nada nos pertenecía.

Adiós Julieta, ahórrate ir a los lugares que frecuentábamos, recordar las caricias bajo el muérdago y los besos bajo las sábanas, olvidalo todo, tu y yo somos lo que la vida quería, pero lo que el destino detestaba. Te amo, pero de buenas intenciones está empedrado el infierno." Y uní de nuevo la fotografía como queriendo alargar el desenlace, como mi último intento de gloria, como el último favor que le pedía al destino. Nada sucedió.



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