Su decisión.

¿Crees que deberíamos abandonarnos? Le dije al oído una tarde temblorosa de marzo. No me contestó, se quedo callada a la espera de mi cambio de opinión, de mi retracto. Yo me aleje rápidamente de su vista, me paré junto a esa gran ventana de rasgaduras femeninas, miré mi auto, la acera, las personas yendo de un lado a otro, el aire que me faltaba, y suspire, lo último que debí haber hecho.

Ella me miraba impaciente, me perseguía con ese iris café con crema, me suplicaba que hablara, y yo no hacía más que evadir sus ojos, huir de ese llanto melodioso que se asomaba por su garganta, escabullirme por entre esas lágrimas que se aferraban a la fortaleza. Me fui, pero no de allí, sino de mi, empecé en un juego de pensamientos futuros sobre lo que pudo pasar y no sucedía, me llene de miedos por regresar, así que no lo hice, estaba allí, pero cada poro de mi piel viajaba en otros mundos a la espera de que alguno de los dos perdiera la batalla de silencios sórdidos y caricias ausentes. Nadie gano, nadie era tan débil como para ganar, así que decidimos seguir así, sin una victoria pactada ni una sonrisa fugitiva.

Fuimos una fotografía estática por más de 27 minutos con 34 segundos. No nos invocamos el uno al otro, hasta que sentí su mano en mi hombro, me tomó por el cuello y con su dedo anular acariciaba cada vellosidad, me miro exacta. Se acercó a mi boca, pero no para besarme sino para decirme algo en los labios, tartamudeó, a proposito supongo, se le notaba en cada arruga de su labio inferior. Al final me tomo por sorpresa, me dijo que odiaba la idea de dejarnos, pero tomo su abrigo y se fue por esa puerta que tantas siluetas había visto alejarse. Supongo que cuando más necesitas algo, más rápido desaparece, es como querer un ave que vuelva cada vez más rápido, inútil.


Comentarios

Entradas populares