99 red balloons.

Llega un momento en la vida en el que no sabes que hacer, no sabes si seguir es la mejor opción, o si por el contrario lo que mejor puedes hacer es estancarte; no sabes lo que haces mal o bien. Ojalá ocurriera una vez en la vida, pero lastimosamente para mi, sucede todo el tiempo. 

Mi peor karma es descubrir quien no está conmigo, pero que fingía estar ahí, tocando mi hombro. Lo peor que me pasa en estos días es saber que nada de lo que hago es suficiente, que no basta con ser uno mismo, que no es coherente la música que escucho, que utilizo la ropa que detesto pero que otros aman; mi peor karma es sonreír frente a una cámara que me muestra lo que definitivamente no soy. Ahora camino mirando al suelo, subiendo y bajando la mirada, como viendo mis dos extremos, con los pies en las nubes y la cabeza en los inframundos de su pupila, infinitos para ser exactos. 

Ya no confío en nadie, ni siquiera en mi. Ya no puedo ser positivo, ya no puedo verle el lado bueno a nada, y tal vez sea que aunque todo sea lleno de arcoiris, siempre veré el blanco y negro, en lo que me convertí. Ya no utilizo gran cosa, es difícil mezclar y combinar colores y texturas y telas y sedas, me rendí conmigo, ¿cómo esperan que no lo haga con alguien más?

Huí de lo que me rodeaba, de mis amigos, de mi familia, de mis películas favoritas, de mis cuentos, de mis cicatrices, de todo lo bueno y lo malo, y me quede conmigo, un mal resumen de caídas y victorias, un mal recuento de derrotas y ganancias, un muy mal acertijo de maldad y benevolencia, me quede sin nada a decir verdad. 

Amenazó a quien me rodea con abandonarlo, "para que nada nos separe, que nada nos una" decían por ahí. 

En este momento ya ni sé que merezco, debe ser que nada, deber que a nadie. He pasado por la vida sin mucha emoción, sin saber dedicar canciones o saber si quiera agarrar su mano en una noche estrellada, no sé nada, solo sé como irme y después volver como si nada, soy experto en despedirme sin hacer mucho ruido, soy lo más cercano a una compañía muy desolada.

Por eso ahora no quiero amigos, no quiero conversaciones después de la medianoche, no quiero hablar de mi y de lo que me pasa, no quiero saber si le caigo bien a alguien más, no quiero saber nada de nadie. No quiero ver como me llevo los corazones de alguien y los guardo en el cajón de "me importara luego", no quiero ver como destruyo la confianza de alguien más, o como sus decepciones se van posando en mi garganta impidiéndome respirar de a pocos. Es mejor seguir solo, al menos hasta que mi manía de despedirme se acabe. 

En estos días solo me tengo a mi, un poco de las cartas que aún no me escriben y también conservo un puñado de canciones que aún nadie se atreve a dedicarme, que cobardes son. Aprendí a sonreír demasiado, no falsamente, de verdad. Aprendí a hablar a solas, a escuchar canciones románticas que no me recuerdan nada. Aprendí a estar conmigo, mi peor enemigo, mi verdugo.




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