Irremediably.

Quizá le tengo miedo al olvido, ni siquiera a la soledad o a la muerte, pero si a las cucarachas, a las salamandras, a olvidar, a ser olvidado. Una vida sin huella, una sonrisa sin rastro, un beso sin recuerdo. Que deprimente vivir sin recordar lo bueno, y peor aún, lo malo.

Te amaba con todo mi ser, y sin él también.

Olvidar no es una opción para mi, vivo obsesionado con recordar cada linea de tu mano, con tener grabada en mi mente las carreteras rojas que cruzan tu esclerótica, con calcar en mi mente el sonido de tus labios al bajar tu mirada, con recitar el movimiento de tus cejas cada vez que mientes, vivo obsesionado con no quitarte de mi vista, con no olvidarte, con que no me olvides.

Tienes tres lunares bajo tu ojo izquierdo, uno bajo tu mentón y unos cuantos más que recorren desde tu cuello hasta tus pies mal colgados en las nubes.

Ni siquiera me da miedo tu muerte, todos sabemos que la vida dura lo necesario, lo exacto; desde que no te lleves tus collares baratos y la sensación de tus pies delgados en mi espalda, estaré bien, estaremos bien. Si te vas no vuelvas, pero por favor no te lleves las miradas entrecortadas que me diste o los abrazos débiles que me dejaste de dar. 

No te lleves la bata que dejaste en mi baño, fue lo único que pudo describir el mapa de tus poros corporales a la perfección, el único que conoce la profundidad de tus clavículas.

Pero creo que ya me olvidaste, apuesto que no recuerdas ni mi nombre ni la simetría de mis ojos ni la dimensión de mis labios. Ya no recuerdas como se siente mi camisa a las nueve de la mañana en tu piel, ni mis zapatos cómodos a las once de la noche, olvidaste desde el color de mis ojos hasta la cantidad de miradas de era capaz de hacerte en un minuto, olvidaste recordarme.

Ahora que lo pienso, hay algo peor que ser olvidado, es amar a ese verdugo con locura... y con cordura también. 

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