My brother.

Tenía miedo, era inseguro y un par de veces deseaba que la tierra se abriera y me tragara. Nunca había tenido amigos, no sabía que era uno; pero luego lo vi a él, todo lo contrario a mi, seguro, confiado y un tanto malévolo. 

A kilómetros se olía la pureza de su corazón, un olor particular. Tenía remolinos capilares y una cicatriz en su labio superior, único, pero no como todo el mundo, él tenía la capacidad de tener el mundo en sus manos y dárselo a quien no supiera que se sentía, un olor particular.

Tenía miedo de darle mi confianza a alguien, de que alguien supiera mis secretos y se aprovechara de mis debilidades. De alguna forma él supo hurgar entre los bastones de mi iris, buscando mis más profundos temores y descubriendo lo que me destruía, lo logro.

El tiempo paso y se fue introduciendo debajo de mi piel como una bala delgada y cortopunzante. Empezó a convertirse en la persona más importante para mi, un gran temor para cualquiera. Empecé a ver que se estaba llevando parte de mi vida cada vez que me hacia reír, cada vez que jugabamos en la calle, cuando nos ignorabamos, cuando de vez en cuando nos contábamos los secretos hasta tener una o dos líneas de agua sobre las mejillas. Empezamos a ser hermanos.

Luego supe que daría mi vida por él, que lo daría todo por él, y también entendí que él daría un par de vidas por mi, que yo también era su hermano.

No sabíamos lo buenos que éramos cuando nos juntábamos a armar unas cuantas carcajadas seguidas. No sabíamos lo que era la ausencia del otro hasta que nos separamos. Aunque yo quería que tomáramos el mismo camino, la vida estaba empeñada en hacernos extrañar, así que nos dividió los destinos. 

Recuerdo muy bien el momento en que me dio su reloj, un regalo de su abuela. Me dieron ganas de llorar, de no irme y quedarme un poco más, pero no podía, mi ego me impedía siquiera inundar mis ojos. Ese día el dio una de las muchas vidas que tiene, por mi. En ese momento entendí que lo amaba como hermano, como parte de mi alma, como el que se preocupaba por mi.

Es lo mejor que me ha pasado en definitiva.

Ya no me da miedo entregarle mi confianza a alguien, ahora le tengo pavor a perderla. Podría hablar mil horas de las vidas que hemos perdido por el otro, pero eso sería como adivinar la cantidad de secretos que tenemos en común.

Así que solo diré que lo quiero, que lo espero, que ojalá la vida nos dé la oportunidad de reír de nuevo. Sólo le pido a dios que muera primero que él, no podría soportar su ausencia.

Y al final sólo tengo para decir que él me enseñó, me sigue enseñando, que la vida está hecha de suspiros breves, de risas rápidas, y momentos únicos, que somos lo único que nos queda, que tenemos prohibido perdernos de vista. Ya perdimos un par de vidas, ojalá nos quede mucho tiempo antes de perder la última.

Gracias Jhon Cárdenas, mejor amigo, hermano.

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