Acantilado

En tu cabello marrón encontré versos desenredados de otros adeptos. 
Encontré música compuesta por almas rotas pero imbatibles. 
Poemas cantados con un cuerpo moribundo pero con una boca recién nacida. 
Encontré cadáveres mutilados encerrados entre las hebras irrompibles de tu pelo 
que se cruzan frente a tu pecho 
y retiene muertos suspirando en tu corazón. 
Traté de salvarlos porque los vi como un reflejo de mi alma 
y de mi destino. 
Mi propia vida estaba enterrada debajo de tu lunar sonriente.
Mi cuello había pendido alguna vez de la misma rama del árbol.
Estuve cautivo entre esos cabellos rojizos como si hablasen de mi sangre derramada o de tu cara sonrojada.

Tuve miedo de salir cabalgando en mi rocinante aunque la puerta estuviera abierta.
Tuve miedo de huir aunque las llaves de mi grillete inexistente estuviesen en mi bolsillo.
No era una celda, 
vivir en ti era vivir en una casa frente al mar. 
Vivir en ti era como pensar en la obscuridad,
como gritar en la cima de un acantilado,
como reírse a carcajadas en el bosque,
como vivir sin mí. 
Vivir en ti era derrumbar su casa y usar las paredes como sábanas,
era caer hasta el fondo y encontrar la mesa servida,
era roer las vigas firmes y permanecer en la más incólume tranquilidad,
era soñar las peores pesadillas y despertar sanado,
era morir un rato y reencarnar al siguiente.

Me dijiste alguna vez que el tiempo era tu amigo.
Que se había sentado contigo un par de veces a recordarte sonrisas pasadas.
Que te había regalado déjà vus premonitorios a los que sólo se tiene acceso si la amistad es considerable.
Que te buscaba en las madrugadas para que dejaras de preocuparte porque él jamás te quitaría algo.
Que no lo buscaras porque, aun sin pedirlo, él siempre se tendría un poco más para ti.
Recuerdo levantarme preocupado y tratar de convencerte que el tiempo es enemigo de todos.
Que viene por ti, por mí y por todos.
Que te roba tan poco cada segundo que no lo notas al final del día.
Que te envenena con cantidades ínfimas de recuerdos irreversibles.
Que nunca te regala nada aunque te lo entregue en tus manos y finja no querer nada a cambio.
Que la premonición más grande de la vida no te la dará sino un segundo antes de que suceda.
Que no da mucho pero lo pide todo.

Así que déjame decirte que, aunque mi propia vida no exista pero mi vida a través de ti sí,
jamás dependeré del tiempo;
pero tú mi querido mar, acantilado, bosque y obscuridad, sí lo harás. 
Así que cuídate del tiempo,
no por mí,
porque moriré contigo de cualquier forma,
sino por ti,
porque alargará tu vida sin mí de una sola vez. 



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