Loves and battles.

"Y es que desde el primer momento en que le vi, mis entrañas dejaron de ser mías y empezaron a ser ajenas.

Era seguro y confiado, un peligro para cualquier mujer. Tenía una de esas sonrisas medias que dejaban ver la mitad de su boca, y era ahí donde más me robaba los alientos que resguardaba con bravura... o al menos eso creía.

Sin darme cuenta mi nariz se convirtió en el aliado perfecto de su perfume. Mis ojos protegían los suyos de pupilas deleitantes. Mis manos y mis dedos eran fieles escuderos de cada linea que envolvían sus palmas en el mismo orden en que las ideas se acomodaban en mi cabeza. Deje de ser yo, para pasar a ser la mano derecha en una guerra que solo existía entre él y yo, o bueno... al menos mientras nos mirábamos detrás de esa gran cortina de debilidades y desconfianza. 

Y todo fue de mal en peor. Cuando se acercaba a mi, mi piel se alzaba en poros contra mi ropa haciéndome sentir el peso de cada hebra sobre mis hombros. Mi cuello incendiaba. Cuando pronunciaba mi nombre entre esos delgados labios que no tenían frontera alguna, mis dientes se lanzaban ofensivamente sobre mi lengua, obligándome a tragar saliva cada más rápido. Cuando rozaba accidentalmente mi espalda al intentar cruzar esa burbuja de miedos y disfraces que me recorren, mis dedos se empezaban a odiar entre si y empezaba ese vaivén infinito de rasgarse las yemas y de paso las angustias y otros demonios. Definitivamente me había convertido en un conflicto que solo cesaba al dormir, aunque eso aún no explica porque amanezco destruida cada mañana. 

Luego acepte la pelea que libraba cada parte de mi cuerpo, había que dejarles arreglar sus diferencias. Pero llegó el armagedón, la gran guerra de la que nadie salía con vida, la del corazón que te inunda y la del pensamiento que te seca. Y fue ahí donde descubrí que le amaba, aunque él seguramente no recordaba ni siquiera cuantos de mis desdenes llevaban su nombre.

Pero decidí darle más leña al fuego. Decidí llevar la batalla a niveles intercorporales, y fue ahí cuando lo besé. Fue ahí cuando sus labios con mis labios eran los únicos capaces de frenar esa autodestrucción que nos consumía. Fue ahí cuando me dí cuenta que las ranuras de sus dedos casaban exactamente con las mías, que mi respiración con su respiración iban a la misma velocidad. Fue ahí cuando no necesité a nadie más. Fue ahí donde entendí que él era mi única solución. La solución más problemática de todas.

Después se fue. Y yo me quedé. Ahora mis dedos me reprochan su soledad. 

Yo quise ir a perseguirte como si fuéramos dos bandos distintos en esta discusión que nos habían jugado los sentidos. Llevaba cargando unas promesas de amor inconclusas, pactos de paz sin autenticidad. Por lo que tuve que dejarlo ir, allá donde el color café de sus ojos aún huele en mi iris marrón. 

Él se fue, y aunque yo quise irme, el destino ser alzó en armas contra mi. Ahora, cada noche, leo cada uno de sus mensajes, esperando morir más rápido, o que sus letras me den un poco más de tregua."

Última conexión. 


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