Not my type at all.

Si recordar es vivir, la muerte se tarda demasiado.


Mi madre siempre se empeñó en enseñarme a bailar, en que yo aprendiera a saludar, en mostrarme la posición correcta de las cosas. 


Pero la vi. Caminaba con 3 o 4 emociones distintas, todas revueltas, todas resumidas. Su cabello era el enemigo principal de las miradas, siempre junto al viento como cómplice, impedía que pudiese ver esos ojos marrón oscuro de pestañas cortas. 


Luego de eso siempre me sentaba en la acera a la misma hora, con las mismas ganas de ver esa sonrisa redonda y esas manos inquietas pasar frente a mi. Nunca ocurrió. Deje de esperarla.


Pero un buen día la volví a ver, era una de esas mujeres que no se manejan con el tiempo, que van y vienen, que matan y resucitan. Estaba dispuesto a no dejarla ir, a no dejarla escapar, quería escuchar la fonética de su nombre, la sintáctica de sus frases, y la gramática de sus pensamientos sonrojados.


Así que me escabullí por entre las personas, buscaba sus 3 o 4 emociones distintas, todas revueltas, todas resumidas. Tratando inútilmente de seguir el calor de su respiración, pero se fue. Deje de esperarla.


Pasó el tiempo y olvide como debía verse el color de sus ojos al mirar el sol, un pecado inmediato. 


Pero volví a verla y esta vez estaba seguro de querer tocar su hombro y detenerla, para siempre. Pero no pude, estaba tan cerca de mi que todas sus 3 o 4 emociones me absorbieron, me detuvieron, me mataron. Y fue ahí cuando escuche su voz hecha de hilos. Coincidencialmente se me olvido todo, bailar, saludar y la posición exacta de las cosas, mi madre me mataría.


Así que la deje seguir, dejando que la vibración de su pecho se llevará el amor que tenía. Un amor que no necesitó besos, ni romanticismo ni mucho menos cartas o canciones. Un amor que vivía de ella, de mí, de casi sentirla.


Y aunque esta vez de verdad, jamás volvió, la seguí esperando, ya no en la acera sino las imágenes que me recorren al cerrar mis ojos.


A veces mis manos buscan su cabello falso, y aunque ocurrió hace un buen tiempo, le sigo siendo leal, fiel, porque no todos los días se siente la mandíbula apretada, las manos aguadas y el cuerpo vacío. Al menos así la tengo un poco más conmigo, recordando el amor que tuve, o que tengo o solo el amor; ese que me hace caminar con 3 o 4 emociones distintas, todas revueltas, todas resumidas. 


Y la muerte dejó de tardarse tanto.

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