Tatto.



−Primer mes. Debo decir que te sigo esperando detrás de la puerta de mi casa a las 5:25 como de costumbre, no es que te ansíe, es que no hay de otra. Quisiera decir que la tragedia es llevadera, pero hoy, ahora me doy cuenta que falta mucho para ese "...el tiempo lo cura todo".

−Tres meses y medio. Hoy llegué un poco tarde a nuestra cita en el pasillo, no pude llegar. Sabes como es el tráfico. Lamento saber que no hay otro motivo para ver mi celular que encontrarme un mensaje imposible tuyo, así sea por error. Aunque quisiera decir que cada vez mi vida es más llevadera, no lo es. Es como si quisiera forzar a las nubes a formar tu rostro cada vez que suena nuestra canción favorita, un ritmo escondido entre el jazz y el blues.

Cinco meses. Ayer me crucé con tu madre en el supermercado, no me saludó. Ha de ser que sabe que es mejor no mirar la herida para que sane más rápido. ¿Te has puesto a pensar cuántos días llevamos en esto de querernos y no vernos?, supongo que cuando se quiere, se puede; aunque bueno... yo te quise y tu no pudiste.

−307 días. Ya no vienes hace mucho a buscarme a mi casa, de seguro ya olvidaste el camino. Desde que decidiste desaparecer deje de usar mis manos para sentir la respiración rápida de tu pecho y les dí su función inicial. Todo cambió. Y aunque mi garganta sigue retorciéndose cada vez que pronuncian tu nombre, me contengo. La saliva se ha convertido en mi mejor amiga, siendo mi fiel compañera en ese vacío estomacal que me carcome y me eleva los recuerdos, un cáncer con memoria.

−89 semanas. Deseche todas las camisas a cuadros que me quedaban, no soportaba verlas a propósito surcando tu cuello claro. Aunque todo el mundo decidió simplemente dejar flores y salir corriendo, yo decidí dejarte canciones que, para mi infortunio, los 3 minutos se convertían en una ráfaga de afiladas cuchillas que me dividían el cuerpo, empezando a destruir lo que a vista de todos sería la construcción más estable, mis recuerdos.

−212 meses y 3 semanas. Parece que el tiempo no lo cura todo, y también parece que aún sigo esperando inconscientemente detrás de la puerta a las 5:25. Creo que ha pasado un día y todavía soy incapaz de clavar mi mirada en tus fotografías sonrientes. Apuesto que no saldré de esta, después de todo, el único que apostaba por mí, eras tú. De vez en cuando siento que me engañabas, es que siempre repetías la misma biblia, "antes de rendirnos, fuimos eternos", y aunque te rendiste, nadie tuvo el coraje para tatuar tu nombre en el cielo... pero si en el suelo.

−9 años, 8 meses. Y este es mi adiós, la última vez que te escribo. No porque me haya cansado o haya encontrado algo mejor que hacer, ni siquiera porque pude seguir con mi vida, y es que para ser sinceros, "seguir" es la decisión más difícil cuando hay un montón de risas pasadas agarrándote los tobillos. Hoy volví a utilizar mis noches para pensar en ti por última vez, es que me cansé de ver como acumulas mis cartas en el buzón de tu casa sin recibir siquiera un "Te amo". Creo que aún sigo negando la idea de que te fuiste y jamás volviste aunque yo te veía cada tanto. Esto es lo último, se acaba. Ahora soy yo quien te abandona para regresar contigo. Ahora soy yo quien quiere las flores, a quien le palpita el corazón el indice al apretar ese gatillo. 



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