Sun.

Y si, me tenía con los pies en la tierra y la cabeza chocando con las nubes.

Toqué tu cuello con las yemas de mis dedos hasta el final de tu yugular mientras dormías y te vi ver como apretabas tus ojos cuando lo hacía. Luego te diste vuelta y me miraste como si no creyeras que estuvieras allí, como si el tiempo hubiese pasado tan rápido que lo único que recuerdas son unos besos ciegos, unos abrazos sin cuerpo y un amor sin cara. 

Sonreíste, y aún sigo sin saber porqué. Ha de ser que sabías que esa noche iniciaba un "para siempre" que no duró lo suficiente.

Empezaste a hablar sobre los perros que tendríamos, el color de las cortinas, la marca de tu auto, el largo del césped, en fin, hasta de los viajes a los que seguramente asistiríamos. Después empezaste a emocionarte con mi cara pálida al saber que no podía negarme una vida a tu lado. Reíste a carcajadas cuando supiste que me había enamorado y que no sabía cuándo tus ranuras dactilares empezaron a encajar con las mías. Reíste porque supiste mi secreto y descubriste el tuyo. Siempre jugando sucio.

Había una serie de secretos que sabíamos pero que aún así no podíamos decir. Teníamos una seria manía de comenzar una discusión sobre el origen del universo y terminar empujándonos y tirando la puerta con fuerza. A ti había que saberte llevar, conocer cuando tu risa cambiaba de inocente a sarcástica, cuando tus manos empezaban acariciando y terminaban apretando, y mejor aún, conocer cuando empezaban a gustarte mis ojos y terminabas sin encontrar el final de tu camino en la vida y el inicio del mío. 

A mi por el contrario, no había que saberme llevar, había que saberme tener; saber cuando empezaba abrazando fuerte y termina soltando manos indiscriminadamente. Conmigo había que saber el punto en donde dejarme ir para que pudiera reconocer que mi sonrisa es mía y no tuya, para saber que mi vida depende de mi, y para que seguramente diferenciara entre una vida conmigo y una vida contigo. 

Diste en el blanco. Había olvidado lo precisa que eras cuando apuntabas a esa manzana fresca en el camino. Me abandonaste justo cuando los anillos se quedaban miedosos en mi bolsillo, cuando mi vida empezaba a amigar con la tuya. Bien jugado.

Creo que no podría olvidar jamás ese día en que decidiste marcar el final de algo atemporal e inmortal, al menos para mi. Es como si tu mejor arma la hubieras encañonado hacia mi, con el ojo en la mira y la ida en el pecho.

Justo ese día me había jurado mantenerte a salvo, cortar lo que te amarra al cielo y dejar que emprendieras ese vuelo que tanto conocías mientras dejabas que mis brazos rodearan tu estomago y que mis dedos tocarán las cuerdas invisibles de tu codo. Justo ese día me dejaste, y aunque hubieras podido decir "adiós, me voy", el periódico lo dijo mejor por ti, anunciando la muerte en primera plana. Y fue ahí cuando supe que tus palabras fueron débiles y que te culpaba por todo, aunque nunca hubieron pruebas de este amor que te llevo y me dejó a mi, como el Titanic que no me dejó hundir con él.

Y si, al final me dejó con los pies en el aire y la cabeza en la soga.

accident.gif (499×270)


Comentarios

Entradas populares