She.

Y allí se quedo por horas, con su cabello recogido y su ropa empacada, como si jamás quisiera volver, como si dudara.

Supongo que no miraría atrás aunque quisiera retroceder, que aunque tomara su brazo y la obligara a quedarse conmigo, volvería de una u otra manera a los brazos de esta despedida incómoda. No había nada que hacer ni aunque yo conociera cada polígono que forman sus lunares y ella supiera todas las calles que forman las líneas de mi mano. Ya no iba a volver.

Encontramos el final cuando vimos el principio de lo que seríamos, toda una vida juntos y un amor que no se acabara era demasiado para cualquiera. Ella quería seguir, encontrar a alguien más, quizá a alguien más guapo, que bailara mejor e incluso que convirtiera el agua en vino. Ella quería aprender a correr, saltar y buscar la salida. Ella quería que le cogieran la mano y que sintiera como cada vello trazaba una firma sobre su piel. Ella quería el fin, ningún inicio.

Quisiera haber podido ver un poco más sus ojos y no sólo sus manos. Lamentablemente para mi podría dibujar su cuerpo a la perfección pero no la recordaba a ella, no me sé sus miedos o sus más grandes secretos. Olvide a que saben sus lagrimas en mi pecho o sus uñas en mi espalda. Quisiera que hubiésemos sido más cielo y no sólo suelo.

Ahora ella, incapaz de verme a los ojos, organiza por ultima vez su cabello, mira el techo en busca de fortaleza y toma esa maleta rodante y se despide con una mano temblante en el aire. Su sombra debajo de la puerta no desaparece, sabemos que aún estamos ahí, a solo dos pasos pero a tres mundos de distancia.

Ahora yo, capaz de atraerla con fuerza hacia mi, no lo hago. Me quedo estancado esperando inútilmente que ella pudiese hacer lo mismo conmigo. Mi cuerpo aún se niega a saber que unos labios como los suyos jamás volverán a posarse sobre mi boca, así que lo obligo a no moverse, a mantener su dignidad que luego fue orgullo y por ultimo soledad.

Nos fuimos cada uno por el mismo camino pero en direcciones contrarias, destinados a no encontrarnos porque aunque el mundo fuera demasiado pequeño, sus pasos eran suficientemente grandes. Hoy me alejé para que me buscara, aunque sabemos que al final seré yo quien la encuentre.

Ella no volvió aunque su cuerpo se quedo, su maleta se estacionó en la sala y ella, la voluble, la intacta y la indecisa; se alejo de mi, quizá para encontrar algo mejor, o para olvidarlo todo. Mi cuerpo se quedó con el de ella y empezaron ese juego interminable de palabras bonitas y discusiones bajo la sabana. Yo, por mi parte, el cobarde, el desesperado y el inocente; también se alejo y corrió tras ella, esperando que así como nuestros cuerpos se querían, ella y yo también podíamos hacerlo.

Pero no fue así. Yo no volví ni ella tampoco. Solo me quedé sentando viendo como nuestros cuerpos aún cazaban como dos fichas de rompecabezas, mientras que nosotros, ella y yo, aún desconocidos y separados, intentábamos alejarnos aún más. Y llegamos hasta aquí, al punto en que siento sus dedos entre los míos pero que no son suyos, de ser así, sabría como caminar encima de mi mano, por esas calles interminables.

Ya no espero que vuelva, ni aunque regrese. 

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