Melody.

Quizá era hora de empezar a dibujar pentagramas en donde antes fueron huellas labiales tuyas. Comenzar por poner unas corcheas en mis lunares que se hicieron tus favoritos. Seguir con la melodía que formaban nuestros recuerdos cocidos unos con otros con risas débiles y miradas invisibles.

Te habías convertido en una canción, imposible de alcanzar en sus notas altas o arrastrarse en sus graves. Fuiste ese coro que ni el más ávido hubiese podido siquiera rozar con los dedos.

Quizá sabías a melodía, un tanto parca y dulce.

El sonido del saxofón de fondo era tu voz en mi oído susurrando las discontinuidades del tiempo. El delgado murmullo de las guitarras acústicas se asemejaban a tu cabello al ser recorrido por tus dedos delgados y claros. Sin duda alguna era difícil conocer en que tono manejarte, como acertar contigo, como seguirte el tempo y como agarrarte el paso.

Después comenzaste a ser el estribillo principal en mi vida, ese que no dejaba de enredarse en mi boca en cada segundo. Fuiste el cenit de la canción cuando rozabas mi mano con tu meñique y me advertías besarte con un ligero movimiento de tus falanges sobre los míos. Eras el vacío en el estómago cada vez que se acercaba la partitura principal del piano a mi boca, tu boca.

No conocía a alguien más experta que tú en colocar silencios de negra en la linea exacta de mis labios, esa que divide el compás de tu respiración en mi pecho y de tu parpadeo de mi cuello. Mi piel se había convertido en esa libreta mágica donde guardabas tus notas sueltas como tus manos en mi cadera. 

Sabías llegar a la clave de sol con solo mirarme despacio, luego sonreír y casi de inmediato agarrarte el pelo como si un pentagrama no fuera suficiente para dibujar todas tus emociones y artimañas. Los versos no estaban escondidos para ti, tú eras uno y tu indice sobre mi nuca era otro. Supongo que Benedetti se quedaría celoso con la cantidad de poemas que ya tenia aprehendidos en mi piel gracias al pasar de tus uñas cortas sobre mis clavículas y a la combinación de tus nudillos y mis labios.

Desafortunadamente, no eras una canción infinita y se nos fueron acabando las ideas sobre bemoles y becuadros. Olvidamos convencernos de ese fa sostenido en que nos habíamos convertido, que ya no había emoción al repasar desde el do hasta el si en mi espalda y que se nos habían acabado las líneas auxiliares del pentagrama.

Finalmente, el desenlace decidió no huir, se convirtió en silencios mal acomodados y voces desafinadas que cada vez más divergían en su forma de acomodar las blancas en medio de las semifusas. 

No había escapatoria, la canción difícil se había convertido en la aburrida, en la malgastada y en la indecisa. 

Y el final llego. Terminamos por organizar los do re mi a lo largo de mi piel y construimos música de voces y de besos y de roces y de miradas lentas. Y llego el instante infinito. Tú recorriste tus la sostenidos y terminaste bajando el acorde de tu guitarra, permitiéndote saltar desde la quinta linea y llegar a ese tono grave contra el pavimento. La obra acabó en recuerdos en común y la melodía se olvido, ahora solo basta pasar de piel o cambiar de infinito. 

tumblr_n6d8dwrsux1s4urino1_500.gif (500×219)

Comentarios

Entradas populares