Loophole.

Hoy vi a una chica con tu color favorito puesto en su chaqueta, un color de esos extraños que no puedes adivinar solo con su nombre. Color coral era lo que cargaba esa chica sobre sus hombros que de no haber sido por su forma de caminar, la habría confundido contigo. 

El otro día vi una de esas coletas rápidas mañaneras que solías hacerte en el pelo cuando de repente uno de tus zapatos se quedaba asustado debajo de la cama. Pertenecía a una chica delgada como tú con algo de color gris en su espalda y pantalones holgados como los tuyos; la descarte cuando note que su estornudo era distinto al tuyo. Lastima, hubiese sido una buena sustituta de mis no tan solitarias madrugadas. 

Un día paré de buscar, decidí dedicarme simplemente a tomarme a sorbos cortos el café junto con el crucigrama del mismo 6 de mayo que me cuesta solucionar. Un día intenté simplemente ubicarme en la horizontal 5 de 13 letras y olvidarme de rebuscar la plumilla azul que amabas usar en la oreja izquierda como si de ello dependiera tu belleza. Un día simplemente encontré que la respuesta era "desesperación".

Era particularmente extraña la manera en que empezaba a ver el cielo como si fuese la primera vez que lo hiciera. Parecía un niño inquieto asombrándose con cada forma de las nubes de algodón. Había olvidado lo que se siente sentir el calor en las mejillas y la necesidad de forrarse los ojos con las manos; pero era normal después de haber estado toda la vida buscando esos zapatos rojos que usaste en la boda de tu hermana o los mismos que usaste para salir conmigo en nuestra primera cita.

Lo más curioso de todo era que ya las demás empezaban a tener su propia cara y empezaba a distinguir entre tú y tu pantalón y entre ella y su pantalón. Pero aún más curiosa era la forma en que desaparecías como destello en mi memoria dejándome dirigir este cuerpo que solo sabía coleccionar el perfume a manzana verde que conseguías frente a la casa de tu tía. Eras un olvido intermitente frente a mis ojos que no hacían más que encontrarse animales discapacitados en las nubes. 

De repente una mano aterrorizante atacó mis hombros y mis pies empezaros en sentir el peso de mi cuerpo. Eras tú, la infrecuente aparición. Me viste con emoción mientras yo tardaba en reconocerte hasta que sentí tus dientes pegaditos a los míos, me obligaste a encerrar mis ojos en mis parpados y de repente todas volvían a tener tu vestido salmón y tus pendientes cortos. Habría que ser tonto para no darse cuenta que tenías el cielo aprisionado debajo de esa piel delgada que deja entrever las nubes enfurecidas por querer ser libres, por querer escapar en forma de sonrisa rápida y besos desdeñados. No había necesidad de buscar libertad cuando la escapatoria se encuentra en el espacio interestelar prisionero en tus dedos.

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