Four.

Y la vi,
leía tres líneas por minuto.
Rápida,
invencible y,
magníficamente,
ganadora.

Y la vi,
se separo de su silla y comenzó esa guerra de recuerdos literarios.
Se sacudió el pelo,
me miró,
se escondió entre el anonimato y,
como era de esperarse,
desapareció.

Salí a perseguirla por entre los estantes,
descontrolado,
discreto y,
extrañamente,
intrigado.

La encontré entre un estante de terror,
me miró,
se acomodó la costura de su camisa,
y yo,
alterado y descoordinado,
buscaba libros inexistentes cada vez más cerca de su hombro.

Y la ví,
leía tres líneas por minuto.
Sus labios seguían las formas textuales y gramaticales.
Sus manos dibujaban el ansía de la sintaxis.
Su garganta seca de palabras mudas se atrancaba,
se caía y se cortaba.

Se fue,
la perseguí por entre las novelas de Sartre,
entre las creencias de Freud y las ficciones de King.
Y la vi,
y mi mirada de olvido apareció,
la despedida se apoderó de mi y,
de manera obvia,
el silencio apretó la demasía.

A su lado,
la vi,
a ella,
la otra,
leía cuatro líneas por minuto.
Rápida,
invencible y,
magníficamente,
ganadora.


Comentarios

Entradas populares