Mirror.

Ya no sé si soy esclava de mis demonios o si satanás es mi subordinado. Supongo que a veces hay que llevar un cuchillo bajo el brazo para insertarlo en alguna de esas soledades que me persiguen como delincuentes ponzoñosos. A veces hay que cargar con toda una maraña de armas para defenderse de los miedos que asustan y las pérdidas que atacan. Pero a veces falla el arma, un cuchillo sin la hoja fina, una pistola sin balas y unas manos impuñables. Es ahí donde el temor te clava la mirada y te divide en dos.

¿Qué haré cuando las ultimas municiones empiecen a usarse, cuando mis nudillos rotos empiecen a desesperarse y cuando mis reflejos empiecen a posarse en la cima del declive? quizá no mucho. Quizá los problemas empiecen a turnarse una parte del cuerpo para desollarla individualmente o quizá todos actúen en manada destrozándome desordenadamente el cuerpo.

Mañana serán 37 días sin tus manos saludándome desde la ducha. 37 días en que sobrevivo con lo que quedó. 37 días en que la vida ya no quiere vivir. 37 días, poco. En 37 días he pensado en nuevas tácticas de pelea contra el mundo, entrenando las palabras y las patadas, pero la verdad es que es imposible seguir siendo la guerrera invicta sin saber pelear. Hace 37 días que decidí esconderme de los leones de la calle, acabar persiguiendo a mis miedos para evitar que se posen tras de mi.

Es extraño sentir que llegaste viva a un punto por las peleas que otro ganó. Ella siempre estaba ahí, con una patada al aire y un grito de lucha cada vez que dentro de mi se encendía el infierno ajeno. Ella salía ilesa, vencedora y sonriente. Podía agarrar a dos demonios de la lengua y desgarrar sus gargantas con un solo movimiento. Ponía su mano sobre mi cabello y satanás se incineraba en el fuego que manejaba. Me cantaba amores al oído y cortaba de a pocos las cuerdas vocales de un miedo chillón. Sonreía y convertía a lucifer en su chiguagua.

Pero de tanto derrotar al diablo ajeno se olvido del suyo, de ese diablo inteligente que la conocía y sabía parecer ausente. Él se fue colando por entre sus vertebras y se fue moviendo lentamente por todo su cuerpo hasta que, sin darse cuenta, ella era su demonio, la inmortal. Ella se olvido de nuestra ramé, de nuestra dualidad y se perdió. Ahora solo soy yo, la incapaz de rescatar a una mosca de la catástrofe. Solo yo, la que intenta a diario reconocerse en el espejo y buscarse, encontrar a la guerrera que se perdió hace 37 días.

Comentarios

Entradas populares