Tactic.

Mi táctica es sencilla.

Le rozo los dedos dos o tres veces al día y la miro un par de miles más para no aburrirla. Luego hago de sus vellos cuerdas y de sus brazos arpas, y hacemos una melodía rápida arrastrando mis huellas sobre su piel.

De vez en cuando choco sus lunares con los míos y le formo un puente en la garganta para que yo pueda pasar. Luego juego con sus miedos refugiados en las arrugas de sus labios y empiezo a romper sus infiernos con mi lengua cortopunzante.

A menudo agarro su codo y lo convierto en mi piano y acaricio su mano que hace de mi cuerpo una sinfónica. Luego luchamos por ver quien es el mejor artista, si yo deslizando mis pestañas por su quijada o ella danzando su clavícula sobre mi cadera.

Rara vez escucho su voz, lúgubre como me dijeron alguna vez; tampoco la agarro demasiado para no deshacer la calidez de sus icebergs. No suelo mirarla en las noches por miedo a ver la luna reflejada en su iris y el amanecer en su esclerótica.

No la beso por temor y no la amo por mera suerte. No la suelto ni la atraigo hacia mi, aunque a decir verdad tiene la tentación más bonita que he visto. Tengo todo bajo control, ni la amarro pero tampoco la dejo libre, me gusta saber que pendemos de un hilo literalmente. No la encuentro pero tampoco huyo, ni recojo sus flores ni talo sus árboles, tampoco toco sus melodías pero si las canto, ella es mi mejor acorde.

Mi táctica es sencilla, ni dejo que su foto en mi bolsillo vuelva a la vida, ni que su muerte en mis piernas vuelva a matarme.