Low

Ya no sé que hacer,
que debería hacer.
Te has metido entre mis venas
calculando la distancia entre el lunar de mi mejilla y el escondido detrás de mi rodilla.

De veras que tengo miedo,
miedo del que te pone el estomago en la garganta.
Ya no he podido leer los letreros de la calle sin imaginar tu voz de fondo,
sin perderme en tus ojos puestos en la chica del bar.

He pensando en como acabar con esto,
como cerrarle las puertas a tus ventanas abiertas.
He intentado borrarte de mi,
pensarte luego,
olvidarte más.

Hoy decidí,
mientras tus aromas seductores paseaban con sus piernas largas por los aires,
que no me libraré de ti,
al menos no mientras aún dé todo de mi por una noche contigo.

Pero cuando te vi y agite mi mano en el aire para disipar tu aroma y para decir adiós,
no pude.
Y no porque me invadiera el arrepentimiento
o porque aún tuviera un poco de cobardía sobre el pecho;
si no por que no tenía una mano que agitar,
figurativamente.

Era yo quien esculcaba debajo de tu piel,
quien tenía un mapa interestelar de tus lunares,
y quien desordenaba todos tus órganos.
Descubrí que era yo quien susurraba a tu oído
y que fastidiosamente era yo quien intercambiaba miradas con el chico del bar.

Después de eso,
sabía que no te librarías de mí,
así que,
difícilmente,
decidí yo
librarte de mi.


Comentarios

Entradas populares