Implosión

Juguemos a ser galaxias que se atraen por la expansión del universo.
Juguemos a que yo soy Rigel y que tú eres Betelgeuse, que hacemos parte de una constelación y que estamos destinados a vernos cada noche, por el resto de las noches mientras el cielo no esté nublado.

Juguemos a que le temes a los meteoros inesperados y que sueñas con nebulosas cada vez que cierras los ojos.
Juguemos a eso, a que somos tan sabios como el universo mismo y que no creemos en la generación espontánea ni en dioses mitológicos porque antes de nosotros no había nada.
Siempre ganaremos, la única perdedora será la gravedad cuando tu cuerpo se atraiga hacia el mío aunque estemos en otras órbitas, con otras estrellas y en otros recónditos lugares.

Calla, pronto se nos acabará el tiempo y estos viejos galácticos desaparecerán para dar lugar a otros mundos, a otros sistemas solares que te rendirán tributo.

Viajaremos en el tiempo corriendo juntos, sin ecuaciones ni leyes físicas.
Volaremos, déjate guiar por el polvo de mis supernovas.
Agita tus alas por la materia oscura de toda la habitación, transforma la energía de mis pulmones con cada milímetro menos de lejanía entre tu hombro y mi hombro.
Olvida la matemática del asunto y seamos magia.
Acércate y te mostraré que destruir el universo es tan fácil como crearlo.

Juguemos a revertir la nucleosíntesis, a volver al inicio cada que queramos.
Juguemos a que nos extinguimos y luego aparecemos con nuevos dilemas, con nuevas preguntas sin resolución.
Creemos la cosmología que explica el sentir de mi sentir.
Olvidemos los patrones inquebrantables: seamos la contracción del espacio, volvamos al eroscentrismo y dejemos al mundo sin física y a la biblia sin santos.
Bastará con que estires tu brazo y encuentres la curvatura de mi espacio, la relatividad de mi tiempo y la velocidad de la luz al sentir mi índice sobre tu palma.
Juguemos a que somos un todo sin fin, a que somos implosión, y al instante siguiente somos tanta energía acumulada que terminamos por crear otro universo, uno diferente al anterior, con meteoritos lentísimos, sin tiempo y con tan poco espacio que la única opción sea que estemos cerca, que nos mantengamos así hasta siempre; al menos hasta que se nos ocurra convertir al universo, en verso.