Finales

Acabaríamos mal. Era claro que dos cuerpos pertenecientes a cielos distintos no podían, no debían encontrarse. Íbamos en contra de toda recomendación, persiguiendo la situación prohibida que tanto acelera el corazón y palpita la piel. Uno de los dos acabaría con sus paredes demolidas en el mejor de los escenarios. En el peor, seguimos construyendo la escalera al cielo cada vez menos estable.

Esta es la señal que buscas. He visto como tus pulgares se seducen entre sí cuando te concentras, cuando piensas en qué deberías hacer. Siempre sabes que debes hacer. Nada está oculto. El fuego no calienta cuando se agarra sino mucho antes. Dilatabas procesos deleitables. Sabes que el camino deja de verse pero continuas caminando creyendo que el abismo es acolchonado o que te detendrás a tiempo.

Acabaremos mal, te repetía mientras hundías tu mentón en mi pecho y yo acariciaba ese pelo enredado como si hablara de tu alma. Tu cielo era diferente al mío, tú ves amor donde yo veo locura y tú ves melancolía donde yo veo libertad. Siempre estuvimos separamos por una membrana invisible que impedía vernos a los ojos, tocarnos y saber lo que pensábamos. Nuestra naturaleza era transgresora y por eso decidimos atravesar lo intransferible, y nos descubrimos en una realidad tremendamente ajena, donde no conocíamos a nadie y lo único que creíamos tener, era el uno al otro. Acabará mal, como decía.

Fuimos en contra de las probabilidades, jugando a crear fenómenos que apostaran por nosotros. Creamos lejanías que dolían, y eternidades incansables. Empezamos a creernos que el destino estaba aceptando esa parte que tuvo que tachar y volver a reescribir. Pero el destino es cruel, te hace creer que existen cosas para ti para luego arrebatarlas en un segundo. Sabe de tramas, sabe envolverte, juegas a su favor, nunca en su contra, aunque creas que eres tan inteligente como para evitarlo.

Mi cerebro abarrotado, golpeado y atado, de vez en cuando me advertía y lo creía levemente. Luego su mano sobre mi mano y todas mis sensaciones se volcaban hacia él. Lo callaban y desaparecían, al menos hasta que su mano rebelde abandonara mi mano vacía.

No quiero que seas tú quien pierda en esta guerra que inventamos. Es por eso que me he tirado sobre el fango y he dejado que mis enemigos vengan por mí, no pondré resistencia, me quedaré respirando hondo y esperando a que las espadas se inserten en mi pecho. Huiré de tu cielo y me devolveré al mío. Al menos de esa forma sabrás que solo fui un sueño, un momento irreal y que son mentira esas horas de amor descontrolado y ansioso. Yo sabré que aunque alguno de los dos tenía que sufrir, así que me aseguraría de que fuese yo. Pero mientras eso pasa, rescatame, sigamos creyendo que somos el destino y que aunque estar juntos no es nuestro fin último, al menos es uno de nuestros finales.


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