Fúnebre

Otro muerto alcanza el ocaso, 

y la sangre se impide correr, 

se estanca.

Empiezo a danzar como un bailarín sin música. 

El agujero en el pecho descansa, 

se amarra al suelo, 

se estira 

y se agranda. 

Otro muerto alcanza el sol. 

Los vélos se bajan impidiendo la luz

y besando la oscuridad.

Mis venas se quiebran en un parpadeo, 

el aullido de mis dientes desgarrado mi piel 

se hace inaudible. 

Huyo en lentitud, 

dejo que todo se rompa, 

que mis pies olviden, 

y que el invierno descienda.

Alzo mis manos al suelo vivo, 

mis dedos se ennegrecen,

y mi alma blancuzca le envidia. 

Siento el calor del final, 

con los poros abiertos a recibir la prosa, 

versátil, 

ilusa

y sensata. 

Otro muerto que acepta la penumbra, 

el libro se cerró, 

la mano escritora dejó la palabra, 

mi carne en llamas se descompuso, 

se oxigenó

y floreció. 

Otra alma que se ve pasar, 

un alma con maletas, 

sin ropa ni fotografías. 

Un alma con vidrios rotos

y pegamento. 

Un alma con paredes desteñidas

y pintura fresca. 

Un alma con un cuerpo hediendo

y un amor irreconocible. 

Otro ocaso que alcanza la muerte,

y mi ventana abierta la conoce también.

Será una noche fúnebre

en la que el cuerpo fallece

pero el alma gira con las manos al aire.



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