1, 2, 3

1, 2, 3 y así vivo, contando las respiraciones, apretando el puño y tragando con fuerza una saliva tan densa que lo ocupa todo.

1, 2, 3 y en el momento 4 apareces tú detrás de mis párpados. No puedo esconderme. Es raro sentir que la única manera de dejar de verte es abriendo los ojos y contando de nuevo. 

1, 2, 3. Me encierro y me desmorono detrás de la puerta. 1, 2, 3 cinco veces seguidas para evitar el momento 4. El 4 de abril, las 4 pm, los 4 mismos chistes de siempre y los 4 lunares desde tu barbilla hasta tu pecho. 

He prometido dejar de luchar en tu contra, pero simplemente no lo logro. Es obligatorio oponerme a ti porque el oxígeno desaparece, porque el corazón se queda inmóvil y porque la sangre se me endurece. Trataré de luchar porque si no muero, y si muero no puedo verte, y de no verte volvería a vivir, y si vivo vuelvo a luchar.

1, 2, 3. No duras mucho. Solamente pasas, me pones una sonrisa en la boca, un grifo en los ojos y un yunque en el pecho. Y te vas. Pero rápidamente todo vuelve a la normalidad. Normalidad que se alarga si mi mente no te busca, si no te encuentra y no te aprieta con tanta fuerza que te sales de mí. 

1, la piel que conoce el peligro se levanta en armas y me envuelve en un frío bajo cero que detiene el tiempo. 2, el oxígeno empieza a huir de mí como si fuera un edificio en llamas y me seca los pulmones y me encierra la garganta. 3, cierro los ojos y estas ahí danzando entre la grama mirándome de reojo y condenándome a una microtortura tan rápida que no queda rastro de ella. Y si no acaba vuelvo a contar, hasta que la piel se queme, hasta que mis paredes caigan y mis ojos se abran.

Hoy decido llegar al momento 4. Por última vez regreso a ese 4 de abril a las 4 pm mientras me contabas el último de tus chistes enumerando tus lunares, y luego nada. Un silencio tan interminable que me llenó de tanto miedo que empecé a partirme el corazón como amenaza, pero no apareciste, no te interesó. Terminé desterrando a mi respiración, rompiéndome el corazón, y secándome tanto que ya no había lluvia que me floreciera. Decaí y no hubo más. Solo quedó contar de nuevo y mi corazón se unió a puntadas débiles y la respiración volvió con maletas sin deshacer. De nuevo sé que no hay 4 que soporte, así hasta que llegues, así hasta que alcance, así hasta que el 1, 2, 3 no se convierta en un 3, 2, 1.



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