Profecía

Te he visto entre nubes y he recordado que el cielo es la puerta más cercana de los profetas. Ahí las profecías se forman entre las gotas y el futuro aparece claro para mentes imaginativas. Creo que soy un mago o un brujo, lo que mejor se le parezca. He visto lo que será de mí y el punto exacto a donde tu vida llegará. Supuse que le tendría miedo a las verdades abruptas y gigantes, pero no fue así, acepté los finales de un tirón y los destinos en un pestañeo.

Al principio sólo podía verte cuando mi cabeza giratoria apuntaba hacia el azul espacial. Luego empecé a verte en la lluvia, en los reflejos de cada cosa que me cruzaba, en el suelo, en las miradas perdidas de los demás mientras caminaban, en las voces místicas y en las respiraciones moribundas. De un momento a otro estabas en todas partes, y aunque pareciera que sería agotador, no lo fue. Era como un extasis similar a escuchar una canción que repite tu momento, o leer un poema con una voz ajena, o subir una cumbre y quedarse acurrucado viendo hacia abajo.

Pero mientras sonreía de verte, una parte de mí se llenaba de agujas con puntas infinitesimales y un ser ajeno empezó a tejerme en futuros entrelazados. Empecé a ver profecías de ti enlodándote en una felicidad autómata y yo en un silencio atónito como si fuera la primera vez que oía una risa o veía una boca estirada. Profecías de un yo inexplicable que corría a todas direcciones buscando algo que estaba en todas partes. Y empecé a temer porque justo después de una erupción fantasiosa de lava de serotonina; aparece el cráter profundo causado por un meteoro de prolactina.

En esos futuros conjugados y para nada probables sino seguros, continué con ríos de felicidad invariable pero que terminaban en mares de tristeza inconmensurable en el cual éramos dos titanics reflexivos en sus errores pero que aun así terminaban chocándose con uno y otro y otro iceberg. El punto final de tu vida, por ejemplo, acaba en hundimiento y el mío en fracturas irreparables. Parecía que terminábamos juntos en medio de un mar insaciable y repleto de frío. Yo rompiéndote y tú ahogándome.

Pero aun conociendo el final no me arrepentía, seguía invirtiendo mi felicidad limitada en negocios que irían a pique y donde lo perdería todo. Seguí llevando mi vida como la semilla que cae al suelo y teme a morir, una semilla que le huye a la desaparición y al olvido como las miles de semillas esparcidas en el suelo, pero que al final se entrega a otra vida porque entiende que dejará de ser semilla, no para morir, sino para renacer. 

Así que yo, el profeta, el que te veía entre nubes, lluvias y suelos; dejó de verte, no porque la magia desapareciera, sino porque el futuro planeado para mí había llegado. Y así decidí no morir, sino convertirme en otra nube que devela secretos, una lluvia que muestra finales y un suelo que no refleja la muerte, sino que promete la vida.



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