Sangre

Mi sangre, en huelga, ha decidido parar de obligarse a correr. No quiere más, se ha puesto un cartel que dice "dependes de mí, yo ¿de quién dependo?". Se ha negado a seguir a merced de mis emociones. Ya no quiere oxigenar mi cuerpo cuando me falte el aire. Ya no quiere sonrojar mis mejillas cuando el aire esté cargado de recuerdos atemporales. Está cansada de cargar con mi corazón a todas partes. Lo ha sacado de mi pecho y lo ha puesto en mis dedos al tocarle, lo ha empujado contra mi yugular para que sienta también la suavidad de sus labios, lo ha arrojado a mi estómago en caída libre y lo ha escondido cuando sabe que lo entregaré sin garantía. 

Mi sangre me odia, me ha dado la espalda y ha decidido dejar que se rompa lo que haya de romperse. No sabía lo poco que la valoraba y la buena amiga que ha sido. Me ha mantenido vivo aun cuando he abierto mis poros y dejado que fluya sin remordimiento. Se ha encargado de mostrarme que mis sentimientos son animales ponzoñosos que se venden al mejor postor, pero que me ha dejado sentirlos bajo mi piel como quien acaricia a un león en un zoológico. 

Todo dentro de mí la ha seguido. Ha dejado de continuar, de bombear, de digerir. Todo se ha detenido en el tiempo y ahora soy un preso esperando a su ejecución. Me han juzgado quienes antes me defendían a muerte y ahora no siento más que pena por mi ingratitud y mi desdén. Supongo que me lo merezco, nunca debí dejar que mi corazón acelerara al mismo ritmo en que se alejó, que mis pupilas se dilataran a la misma velocidad que su cercanía, ni tampoco debí dejar que el aire se le regalara como el ejemplo más obvio de altruismo, que el estómago se me subiera a la garganta solo para verle más de cerca y que mi mente lo arrojara todo al suelo y se convirtiera en un pintor fracasado que solo dibuja su rostro en busca de redención. 

Hoy pido perdón, pero no por lo que he hecho porque lo volvería hacer, más bien por lo que no hice o deje de hacer. Pido perdón a mis venas, a mis ojos que no paran de mirarle, a mi piel que se encoge con su presencia y a mi pecho que se arruga cuando me dispara una sonrisa metálica que lo revienta todo. Pido perdón a mi sangre que nunca debió seguirme y arrastrar con toda la presión de una vida insostenible. 

Hoy te dejo fluir, que cubras mis entrañas con cintas de "peligro", con avisos de demolición y con advertencias de "prohibido seguir". Me despido en la cercanía mientras te escurres rapidísimo. El viento frío se ha vuelto más frío, estar sentado me cansa y los ojos se me cierran como una obra a la que se le cierra el telón y mi cuerpo en reverencia, recibe los aplausos de un público inexistente. En mi último acto te dejaré huir sin repercusiones, que mis paredes se caigan y que salgas ilesa. Te enviaré por última vez a mi corazón que verdaderamente no sabe vivir sin ti, y como es costumbre, se encenderá y agonizará tan tranquilo cuando le dejes, que el tiempo no existirá mientras los músculos se relajan. Te dejaré besarme la mejilla por última vez, y seremos la utopía de una muerte sonrojada.  




   

Comentarios

Entradas populares