Cáustico

Hoy te amé, esperemos que mañana, con suerte, te ame de nuevo. 

Creo que te he amado siempre, desde antes de conocernos, desde antes de ser consciente de mi existencia, incluso antes de que los seres místicos creadores del universo supiesen que estaban enamorados. 

Te he amado sin fechas de caducidad ni deterioro. Siempre, aunque el "siempre" duela y no me quede amor para nada más. 

Quisiera decir que "para siempre" sería el sello último de mi amor, pero no sé si éstas reencarnaciones que he tenido desde el que el tiempo se inventó se repitan, o si ésta es la última vez que, conscientemente, te he amado toda una eternidad.

Mi amor está en el podio de la vida como el trofeo más grande que se ha creado y el único que pertenece a su creador. Un trofeo inamovible que es imposible de elevar sobre la cabeza, pero a la vez tan liviano que el viento de la vida próxima podría cargárselo en un chasquido.

Me envuelve un temor mortal cuando me enfrento a la idea de que probablemente no te he amado lo suficiente, que probablemente este amor que ocupa el puesto número 1 no lo merezca y que el amor que alguien más pueda crear en un minuto sea más intenso que éste que absorbe el alma y me revienta el techo. 

Hoy me encerré en mi amor cáustico y me dejé quemar por él. Dejé que me ardiera debajo de la piel y que convirtiera mi superficie en un Vesubio activo que se desborda sobre mi Pompeya fortificada. 

No pasó nada. La ceniza no nubló el cielo ni la lava calcinó mi cuerpo. Seguí atado a un amor que me puede matar pero que es inofensivo. Un amor que me puedo llevar pero que no desaparecerá. Un amor que se esconderá en el aire para que cualquiera con pulmones curiosos firme su sentencia.

En éste conticinio tenebroso todo me pesa. Mis sentimientos malevos me desprenden lo abuhado de mi ser y mi corazón se arruga inefablemente. 

Quiero dejar de amarte, no porque yo quiera, sino porque me lo piden. Ya casi llega el fin de éste nonagenario viejo y aún no puedo respirar sin que el amor me lo permita. Me lo pide el cielo que soy el único quien no lo admira. Me lo pide el sol que no me calienta y me lo pide la noche que no es capaz de dormir sin haberme visto.

Dejaré mi amor eterno sobre la mesa, le daré un abrazo y nos despediremos como desconocidos que se han dejado mensajes cruzados para sus amantes. Así le he dicho al amor si te vuelve a ver: que te diga que he dejado una vida de riqueza con tu recuerdo y que he decidido entregarme a la más oscura inopia del ser. Que te diga que lo dejé todo y que no tendrás que buscar nada. Que mi eternidad no existe si la tuya ya se acabo; y que el amor que te tuve para siempre, te sirva para amarme un segundo de corrido. 






Comentarios

Entradas populares