Fondo

La luna nueva le ha dado la entrada a mis recuerdos. Le ha dado a cada uno de ellos una cajita imborrable que sólo puede ser abierta en noches de ausencia absoluta y miedo aplastante. Cada uno de ellos espera su turno para sentarse a mi lado y abrir la caja conmigo. Existen aquellos en los que la noche se vuelve eterna porque su caja esta vacía, no hay nada, sólo permisos al tiempo para que desaparezca y que no quede registro de mi destrucción. Otros que me botan a reír: jugarretas que no recuerdo pero que sé de que iban. Existen otros que en sus cajas traen palas y cavan huecos infinitos donde mi alma se refugia. Otros con visiones sobre el futuro falso: frases nunca pronunciadas que hubiesen cambiado el camino de lo que soy, los "qué hubiera sido si", los arranques de valentía que nunca fueron y los permanentes flagelos del alma que debieron pasar. 

Durante el día puedo ser la persona que reconozco a kilómetros, pero la noche abrumadora aprovecha el silencio para arrancar identidades y es ahí donde el ser que conozco se pierde y aparece uno completamente nuevo al que no le temo pero del que quisiera huir. 

El atardecer se asoma por mi ventana y me sonríe tímidamente porque no puede protegerme más. Permanezco tendido controlando mi respiración y preparándome para despedirme unas horas de mi hogar, agarrar el abrigo pesado y adentrarme en los terrores que me invitarán a seguirlos. Hoy estoy rodeado de recuerdos que antes no se habían aparecido. Los observo aterrorizado porque no los reconozco y sigo incrédulo de saberme envuelto en ese cúmulo de cosas horribles. Estos recuerdos no traen cajas sino yunques que amarran a mis tobillos y me hunden en la profundidad de mi mente. Me ahogo, muero y revivo al instante de manera interminable. Lo que negaba parecía ser cierto y las afirmaciones pasaron a ser mentiras.

Llegó el amanecer con una sonrisa grandísima porque sabía que la luna saqueadora me había soltado por ahora para acariciar las armaduras de otras almas. Me vio sumergido en un mar gigante ya sin yunques, acurrucado en el fondo a voluntad. Me dio ánimos, entró por mi ventana, calentó mis sábanas y destapó el cielo. Ordenó a las nubes a mirarme y a darme sombra cuando lo pidiera. Todo fue en vano. El día pasó inadvertido y regresó la luna depredadora. La noche también descubrió el cielo y me vi reflejado en constelaciones y cometas. No salí nunca. El sol se rindió y dejó de mostrarse noble. La luna se apiadó de mí y me dejó agonizante en el fondo ya sin agua. La noche me adoquinó el camino que sabía no seguiría y se burló de mí al verme perdiendo la batalla cuando era yo el único vencedor.

Y aquí estoy desde entonces: viendo la vida desde el fondo. No sé caminar y mucho menos saltar. La escalera al cielo esta tocándome el hombro y soy incapaz de subir. Esta profundidad extrema en la que vivo es individual pero puedo ver otras a lo lejos: personas intentando agarrar la cuerda que les lanzan desde arriba, personas acompañadas por quienes pueden subir y bajar cuando quieren y personas que aún siguen socavando su ser a ver hasta donde dura el infinito. 

Me iré de aquí pronto, ya sea porque la luz se acordó de mí y decidió alumbrarme o porque alguno de los de arriba quiera lanzarme una cuerda atractiva de agarrar. Quiero salir, pero las piernas no me responden y mi mente obliga a mi cuerpo a no obedecerme. Despediré a mis inquisidores y volveré a renovar a una piel más dura que aguante a cualquier hora y a cualquier clima. Mientras tanto sólo pido compañía, que soledad ya tuve en demasía y ausencia es lo único que conozco. Hoy dormiré de nuevo con las sombras que ya no me hieren y me las llevaré de aquí cuando salga porque es mejor morir con el corazón atado que con el corazón envuelto.   



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