Intimidad

Hoy colgué los zapatos en el tejado.
Dejé que los pájaros los picotearan
y que hicieran nido en ellos.
Dejé mi piel secándose debajo de la cama.
He llorado lo que un ciego toca
y lo que un sordo ve.
He llorado un azul en primavera,
una brisa de un mar
y balas en guerra.
Todo junto.

Dejé mis pies cansados en el sofá.
Divididos,
separados
y ennegrecidos.
He caminado detrás de mí,
persiguiéndome en cada caída,
en cada buena idea,
en cada mirada al suelo
y el puño al aire.

Mis manos pesadas cuelgan de un cuadro.
No puedo seguir hablando con mis manos
como si todo lo que dijera fuese una mentira.
¿O lo es?
Mi pecho se enfría en una esquina.
Se ha llenado de fuego diario.
No sabe hablar,
no tiene boca.
Pero rompe como una roca primeriza en un río.

Mi boca se ha negado a parar,
no sabe como hacerlo.
Se ha pintado unos carteles
y ha salido a gritar en mi contra.
Pide justicia porque es la primera en despertar
y la última en dormir.
Le he dicho que se vaya,
que se busque un refugio sacro
donde no se le obligue a posar con otras bocas,
a amedrentar a otras
ni a llenar de palabras mis pensamientos.

Mis ojos leales han seguido conmigo.
Ensanchados como un cadáver
y aguados como el pantalón de un niño.
Han puesto color a lo que veo:
recuerdos de los que es incapaz de huir,
secretos que se tiene que guardar
y sensaciones con un aliento cítrico
que hace llorar.

Tengo amarrada al cuello una soga que sostengo con la mano.
El sol entra diminuto entre la madera
con que crucificaste a mis ventanas.
Ha venido a alumbrarme la mejilla,
a mostrarme el color desconocido de mis ojos,
y a encerrarse conmigo
mientras la noche aparece
y la luna releve su compañía.

Me dejaré tirado por todas partes
para no encontrarme hoy
para no saber de vos.
Fue mi culpa aparecerme
y meterme entre tu hacha
y tus sufrimientos.
Fui mi culpa que mis pasos florecieran detrás de mí
y que los tuyos abrieran caídas infinitas.

Mis dientes castañean en un rincón de la cama.
Ese rincón de sábanas recogidas
que desconocen el calor.
Me he quitado todo
y me he escondido
como un pez en el estómago de una ballena.
Estoy muerto, 
pero aún respiro.

Hoy me quedaré metido en esta rueda
recordando como mi intimidad tímida contigo sonreía.
Callaré hoy.
No diré quien soy
o a quien pertenezco.
Pero si me preguntan
diré que no es cierto
que mis lunares no son una ruta
y que tu piel no es un tesoro.
Si me preguntan
diré que si estás
que te busquen aquí
en un mar con sólo una ballena
y un sólo pez. 





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