Roto

Ayer vi tu mano amarrada a otra
como un tejido irrompible.
El corazón se me olvidó en miles de partes diferentes.
Un alfiler entró en la bolsa de mis recuerdos.
Todo comenzó a correr dentro de mí.
Vacíos indomables,
voces culpables siendo perseguidas por mis dignidades,
recuerdos cirqueros haciendo piruetas frente a mis ojos.
Mi orden dejó de serlo
y las paredes empezaron a descascararse
mostrando un negro profundo
un callejón oscuro
y un agujero sin fin.
Creí que seguías amarrada a mí
como la tierra al sol.
Creí que aún nuestra separación era imposible
y nuestra definición difusa.
Creí que nuestros caminos eran irresolubles para los ajenos.
Creí, creí.
Ayer vi tu mano enamorada recostándose sobre otra,
como la niebla en las ojos,
como las olas en el mar.
La antorcha infinita que era mi corazón
ahora era una vela encendida
suplicando eternidad.
Todo se quebró.
Entendía una vez más
que nada se quedaría un camino entero,
que todo saltaba
y elegía
y corría
y moría en la eventualidad.
Me sentí en una soledad extrema,
indudable.
Otra vez.
Como las veces en que he visto cuerpos
pertenecer a otros como yo pertenecía a ellos.
Una vez más.
Me quedaré aquí sentado en la sombra
para que el sol no me queme.
Me quedaré buscando mis astillas
y juntándolas con cantos.
Saldré de nuevo inesperadamente,
a encontrar lo eterno
o a despedir la tarde.

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