Panteón

Escuché a tu corazón bailando
y el mío se arrastró a tu lado
a escuchar el ritmo de unos pasos.
La oscuridad herida
se acurrucó a sanar a nuestro lado.
La luz vacía de vernos
lloraba en el fondo.
Todo nos rodeaba
y nos prohibía la huida.
No entendía cómo mis venas
seguían persiguiendo a quien nunca nos miro de frente.
Unas traidoras,
unas heroínas.
Mi alma te allanaba
pero nada encontraba.
Todo de ti estaba en ese lugar
donde mi mano rodeaba tu cabeza
y mis pies ocupaban tus ausencias.
Yo,
con una pared en frente,
me negaba a aceptar que mi interior te cantaba.
Mis ojos ansiosos de reír
renunciaron a mis cuencas
y se albergaron en las tuyas.
Ahora me veía a través de ti.
De un ser enorme sin amor
que enamoraba.

Nuestros corazones seguían girando
mientras el tiempo me acompañaba en mi soledad corpórea.
El cuarteto de tiempo que me seguía,
me consolaba.
Como hacen los pájaros con las flores,
como hace la noche con los desamparados.
Me fundí con la noche brillante
y me prometí beber del amor que recordaba,
pero mi memoria ya no estaba conmigo,
se había fundido con la tuya.
Poco a poco lo olvidé todo
y no recordé porqué la liviana penumbra
aún se montaba a mis espaldas.

Oí una canción.
Una canción que endulzaba.
Pronto estaba en frente de dos corazones inamovibles.
Soldados el uno al otro.
Volví a mis venas
que eran las tuyas.
Volví a mis ojos
que veían lo que tú.
Volví a mi pena
que lloraba en el mismo pentagrama que la tuya.
La brisa que soy regresó.
Conviví con la idea de no dejarme ir,
aunque la decisión no era mía.
Nos vimos de nuevo
y las paredes ahora eran rostros.
Todos tuyos.
Me quedé sin amor
porque era sólo tuyo.
La ofensa de no ser dueño
de mi atadura
me llevó a llevármelo todo.
Mi corazón, 
mis ojos
y mi memoria.
Me refugié en una esquina
furioso de ser un maleficio divino
y una tarde sin sol.
Mi corazón me observó nostálgico
me secó la sangre
y se fue saltando del panteón de mi pecho.
Hasta que,
de nuevo,
escuché a tu corazón bailando...