Olor a muerto

Huelo a muerto
a carne en descomposición
y a tierra llorada,
sentenciada a ser la cuna eterna
de mi ser ennegrecido.

Huelo a muerto
porque aunque mis problemas les cuento
me aconsejan con miedosa simpatía
e insulso sustento.
Huelo a muerto
porque mis días coloreados
de verde intenso
son sólo hojas cayendo
en el suelo negro de mi eterno invierno.

Huelo a muerto
aunque la indiferencia que produce mi sangre roída
no la merece ni el que en tumba yace
ni el que vive en la olvidanza infinita.
Y, sin embargo,
quizá no estoy muerto.
Tal vez sólo llevo el olor
de quienes han perdido la vida
entre el pajar del duelo.



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